El telescopio espacial James Webb ha generado titulares mundiales tras detectar posibles señales de vida en el exoplaneta K2-18 b, ubicado a 124 años luz de la Tierra. Según un estudio publicado el 16 de abril en The Astrophysical Journal Letters, liderado por la Universidad de Cambridge, el telescopio identificó trazas de dimetil sulfuro (DMS) y dimetil disulfuro (DMDS), moléculas que en la Tierra son producidas exclusivamente por organismos vivos como el fitoplancton marino.
Aunque los científicos advierten que los hallazgos no son concluyentes, la detección de estas moléculas representa el indicio más sólido hasta la fecha de una posible biofirma en un planeta fuera de nuestro sistema solar. La NASA y expertos internacionales han calificado este descubrimiento como un paso significativo en la búsqueda de vida extraterrestre, aunque se necesitan más observaciones para confirmar los resultados. A continuación, exploramos los detalles de este hallazgo y su impacto en la comunidad científica.
¿Qué son las señales de vida detectadas por el James Webb?
El exoplaneta K2-18 b, descubierto en 2015 por el telescopio Kepler de la NASA, es un mundo subneptuniano con una masa 8.6 veces mayor que la de la Tierra y un diámetro 2.6 veces más grande. Orbitando una enana roja en la zona habitable de su sistema estelar, K2-18 b es considerado un posible mundo hycéano, caracterizado por un océano líquido bajo una atmósfera rica en hidrógeno.
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En 2023, el telescopio espacial James Webb detectó metano y dióxido de carbono en su atmósfera, junto con indicios tentativos de DMS, lo que desató especulaciones sobre la presencia de vida. Las observaciones más recientes, realizadas en abril de 2024 con el instrumento MIRI (Mid-Infrared Instrument) del telescopio, han reforzado la detección de DMS y DMDS con una confianza estadística de tres sigma (99.7%), según el líder del estudio, Nikku Madhusudhan, de la Universidad de Cambridge. Sin embargo, Madhusudhan enfatizó en un comunicado que “aún no podemos afirmar que haya vida, pero los datos son prometedores”.
En la Tierra, el DMS es producido por microorganismos marinos, y su presencia en concentraciones miles de veces superiores a las terrestres en K2-18 b sugiere un posible origen biológico. La NASA señaló que detectar estas moléculas a 124 años luz es un logro técnico, ya que el telescopio analiza la luz estelar que atraviesa la atmósfera del exoplaneta durante sus tránsitos, revelando su composición química. Aunque los datos son alentadores, algunos científicos, como la profesora Catherine Heymans, astrónoma real de Escocia, advirtieron en un mensaje en X que procesos geológicos desconocidos podrían generar estas moléculas, lo que requiere más investigación.
Avances del telescopio James Webb en la búsqueda de vida
El telescopio espacial James Webb, lanzado en diciembre de 2021, ha revolucionado la astronomía gracias a su capacidad para observar en el infrarrojo con una sensibilidad sin precedentes. Desde su órbita en el punto L2 del sistema Tierra-Sol, a 1.5 millones de kilómetros, el telescopio ha estudiado exoplanetas, galaxias y nebulosas, proporcionando datos que telescopios como el Hubble no podían obtener.
En el caso de K2-18 b, el uso de los instrumentos NIRSpec y MIRI permitió detectar características espectrales que sugieren la presencia de un océano líquido y una atmósfera rica en hidrógeno, condiciones potencialmente habitables. La Agencia Espacial Europea (ESA), que colabora en la misión, destacó que las observaciones de K2-18 b son un ejemplo de cómo el telescopio está ampliando nuestra comprensión de los mundos distantes.
El equipo de Cambridge planea realizar observaciones adicionales en los próximos dos años para alcanzar un nivel de confianza de cinco sigma (99.99999%), el estándar para confirmar descubrimientos científicos. Según la NASA, estas observaciones requerirán decenas de horas de tiempo de telescopio, ya que detectar biofirmas en planetas distantes es un proceso complejo que depende de múltiples factores, como la evolución de la atmósfera y la actividad estelar. El hallazgo también resalta la importancia de los mundos hycéanos como candidatos ideales para buscar vida, ya que sus atmósferas son más fáciles de analizar que las de planetas rocosos similares a la Tierra.
Desafíos y próximos pasos tras las señales de vida
A pesar del entusiasmo, la comunidad científica mantiene cautela. Un estudio de la Universidad de California Riverside (UCR), publicado en mayo de 2024, cuestionó la detección inicial de DMS en 2023, argumentando que la señal podría confundirse con metano debido a limitaciones en los instrumentos del telescopio espacial James Webb.
Shang-Min Tsai, autor principal del estudio, señaló que las señales de DMS eran débiles y que los modelos computacionales sugieren que procesos no biológicos podrían explicarlas. Sin embargo, Tsai también indicó que futuras observaciones con instrumentos más precisos en el rango infrarrojo podrían confirmar la presencia de DMS en K2-18 b.
La NASA y la ESA están coordinando nuevas observaciones para 2025 y 2026, con el objetivo de aclarar si las moléculas detectadas son de origen biológico. Mientras tanto, el descubrimiento ha generado un debate global. En un mensaje en X, el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, expresó que “este hallazgo nos recuerda lo pequeño que es nuestro planeta en el universo y lo importante que es seguir explorando”.
La comunidad científica espera que estos avances impulsen el desarrollo de instrumentos aún más potentes, como el Extremely Large Telescope de la ESO, que comenzará a operar a finales de esta década. Por ahora, el telescopio espacial James Webbcontinúa siendo la principal herramienta para desentrañar los misterios de los exoplanetas y la posibilidad de vida más allá de la Tierra.