El Papa Francisco falleció este lunes 21 de abril de 2025 a las 07:35 a.m. en la Casa Santa Marta, su residencia en el Vaticano, tras complicaciones derivadas de una neumonía bilateral.
A lo largo de los últimos dos meses, su salud fue motivo de preocupación y constante vigilancia por parte del entorno vaticano y de millones de fieles en todo el mundo. A continuación, un repaso cronológico de los momentos clave en su hospitalización y su deterioro físico antes del fallecimiento.

14 de febrero de 2025: ingreso urgente en el Hospital Gemelli
El pontífice fue internado de urgencia en el Hospital Gemelli de Roma tras presentar dificultades respiratorias. El equipo médico diagnosticó una neumonía bilateral, una afección pulmonar grave especialmente riesgosa en adultos mayores. Su agenda fue suspendida inmediatamente y comenzó un tratamiento intensivo con antibióticos.
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15 al 20 de febrero: estado estable pero delicado
Durante los primeros días de hospitalización, el Vaticano emitió comunicados escuetos informando que el Papa se encontraba en “estado estable” bajo observación médica. A pesar de no estar en cuidados intensivos, los especialistas mantenían un monitoreo constante por la posibilidad de una recaída.
21 de febrero: primera señal de mejoría
Una actualización oficial reportó una “leve mejoría” en el estado de salud del pontífice. A través de un mensaje leído por su vocero, Francisco agradeció las oraciones y muestras de afecto que había recibido desde diversas partes del mundo. Se mantuvo en reposo absoluto, en compañía de su equipo médico y algunos colaboradores cercanos.
28 de febrero: recuperación más lenta de lo esperado
La Santa Sede confirmó que, si bien no se habían registrado complicaciones mayores, la evolución del Papa estaba siendo más lenta de lo que se esperaba. Se descartó por entonces su participación en las actividades litúrgicas de marzo, incluyendo la misa del Miércoles de Ceniza y el inicio de la Semana Santa.
23 de marzo: alta médica y regreso al Vaticano
Después de casi seis semanas de hospitalización, el Papa Francisco fue dado de alta y regresó a la Casa Santa Marta. El Vaticano informó que su recuperación continuaría desde casa con controles periódicos y una agenda reducida. Francisco se mantuvo alejado de actos públicos, aunque mantuvo breves audiencias privadas.
20 de abril: su última aparición pública
El Papa se dirigió por última vez al mundo desde el balcón central de la Basílica de San Pedro durante la tradicional bendición “Urbi et Orbi”, con motivo del Domingo de Resurrección. Visiblemente debilitado, logró pronunciar algunas palabras de aliento y esperanza, rodeado del aplauso emocionado de los fieles presentes. Fue una despedida simbólica que, en retrospectiva, muchos interpretaron como un acto final de entrega a su misión.
¿Quién fue Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco?
Jorge Mario Bergoglio fue mucho más que el 266.º pontífice de la Iglesia Católica. Fue un pastor cercano, un reformador valiente y un símbolo de sencillez que rompió moldes desde el primer momento. Nacido el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires, Argentina, en el seno de una familia de origen italiano, Bergoglio creció con una fe profunda, una vocación por el servicio y una conciencia social que marcarían su vida religiosa.
Ingresó a la Compañía de Jesús en 1958 y fue ordenado sacerdote en 1969. Su formación jesuita moldeó su pensamiento en torno a la justicia, el discernimiento y el acompañamiento a los más desfavorecidos. Con el paso del tiempo, fue asumiendo mayores responsabilidades en la Iglesia argentina, hasta convertirse en arzobispo de Buenos Aires en 1998 y cardenal en 2001, nombrado por Juan Pablo II.
Desde sus años como cardenal, Bergoglio ya era conocido por su estilo de vida austero: viajaba en transporte público, evitaba lujos y pasaba gran parte de su tiempo en las villas de Buenos Aires, acompañando a comunidades empobrecidas. Su compromiso con los pobres y su sencillez fueron características que lo definieron y lo acercaron al pueblo.
El 13 de marzo de 2013, tras la sorpresiva renuncia de Benedicto XVI, Jorge Mario Bergoglio fue elegido Papa, convirtiéndose en el primer pontífice latinoamericano, el primero jesuita y el primero en adoptar el nombre de Francisco, en honor a San Francisco de Asís. Desde el inicio, rompió protocolos: saludó desde el balcón del Vaticano con un “buona sera” sencillo, pidió a la gente que rezara por él antes de bendecirla y renunció a muchos símbolos tradicionales de poder papal.
Durante su pontificado, Francisco impulsó una visión de Iglesia cercana, humilde y comprometida con los grandes desafíos sociales y humanos. Abogó por los migrantes, por el cuidado del medio ambiente, por la equidad económica y por el diálogo entre culturas y religiones. Su encíclica Laudato Si’ se convirtió en un manifiesto global por la justicia ecológica, y su mensaje sobre misericordia, inclusión y reforma resonó dentro y fuera del mundo católico.
En el plano interno, enfrentó tensiones y resistencias dentro de la Curia por sus intentos de transparentar las finanzas vaticanas, sancionar los abusos sexuales y abrir el debate sobre temas como el rol de la mujer y la inclusión de las personas LGTBI+ en la Iglesia. A pesar de los desafíos, nunca dejó de hablar desde el corazón, priorizando siempre el encuentro con el otro por encima de la rigidez doctrinal.
Jorge Mario Bergoglio fue, hasta el final, un pastor con olor a oveja —como él mismo decía—, profundamente humano, imperfecto y valiente. Su legado, marcado por el amor al prójimo y la justicia social, permanecerá como una de las huellas más humanas y transformadoras en la historia reciente de la Iglesia Católica.