Durante décadas, José Mujica ha sido una de las figuras más singulares de la política latinoamericana. Su historia no solo está marcada por el sufrimiento y la lucha armada como guerrillero, sino también por una transformación que lo llevó desde la clandestinidad a la presidencia de Uruguay.
Los orígenes revolucionarios de José Mujica
En su juventud, José Mujica inició su vida política en el Partido Nacional, pero pronto abrazó la lucha armada. Fue uno de los fundadores del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros en los años 60, una guerrilla urbana de izquierda influenciada por el marxismo y la revolución cubana.
Su primera acción armada tuvo lugar en 1964, cuando participó en un intento de robo a una empresa textil. Al ser detenido, se hizo pasar por un delincuente común y pasó varios meses en prisión. La violencia política en Uruguay escalaba, y Mujica pasó a la clandestinidad en 1969. Ese año participó en uno de los operativos más audaces de los tupamaros: la toma de la ciudad de Pando.
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En 1970, un episodio casi le cuesta la vida. Fue identificado por un policía en un bar de Montevideo e intentó huir, pero fue acribillado con seis disparos. Sobrevivió de milagro.
El largo encierro del exguerrillero José Mujica
Tras varias detenciones y fugas, en 1971 protagonizó una de las fugas más memorables en la historia de Uruguay: junto a otros 109 presos, escapó del Penal de Punta Carretas a través de un túnel subterráneo. Sin embargo, en 1972 fue recapturado y ya no volvió a escapar.
Con la llegada de la dictadura militar en 1973, José Mujica pasó más de 14 años en prisión. Fue considerado un “rehén” por la dictadura, y las condiciones de su encierro fueron extremas. Pasó largos periodos en soledad absoluta, fue víctima de torturas físicas y psicológicas, y estuvo al borde de la muerte en varias ocasiones.
En su discurso de despedida ante el Senado en 2020, rememoró algunos de los abusos sufridos:
“Estar seis meses atado con alambre con las manos en la espalda; irme de cuerpo por no poder aguantar en un camión y estar (ahí) dos días o tres; estar dos años sin que me llevaran a bañarme y tener que bañarme con un frasco, con una taza de agua y un pañuelo”, relató.
Su salud se deterioró gravemente durante esos años. Sufrió enfermedades intestinales y renales, perdió toda su dentadura y pasó hambre. A pesar de todo, logró sobrevivir.
José Mujica en la democracia uruguaya
El 14 de marzo de 1985, tras el retorno de la democracia, José Mujica fue liberado junto a otros prisioneros políticos. Pese a su pasado guerrillero, decidió integrarse plenamente en la vida democrática.
Fue elegido diputado, luego senador y más adelante ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca. En 2009 ganó las elecciones presidenciales como candidato del Frente Amplio. Su estilo de vida austero y su discurso sencillo captaron la atención internacional. Manejaba un escarabajo celeste y vivía en su chacra con su pareja, la también senadora Lucía Topolansky. A pesar de recibir ofertas millonarias por su vehículo, jamás lo vendió.
Durante su mandato presidencial (2010–2015), se convirtió en un símbolo de coherencia y humildad. Sus discursos se difundieron por todo el mundo y muchas de sus frases se convirtieron en aforismos de política y vida:
“El poder no cambia a las personas, solo revela quiénes son en realidad”.
Con una vida marcada por la lucha, la cárcel y la política, José Mujica logró construir una imagen pública que trasciende las fronteras de Uruguay. Hoy, a sus casi 90 años, continúa siendo una voz influyente en los debates sociales y políticos de América Latina.
Incluso su despedida del Senado fue una clase de humanidad. Aseguró que se retiraba por razones biológicas, no ideológicas, y dejó claro que su compromiso con la democracia permanece intacto.