Nayib Bukele minimiza críticas: “No me importa el término dictador”
Durante su discurso por el primer año del segundo mandato consecutivo, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, aseguró que le “tiene sin cuidado” que lo llamen dictador y reafirmó que prefiere ese calificativo a permitir el regreso de la violencia en las calles. Ante la Asamblea Legislativa y en un evento oficial en el Teatro Nacional, el mandatario se mostró desafiante ante los señalamientos de organismos internacionales y medios de comunicación que lo acusan de debilitar la democracia en el país.
“En lo personal, me han dicho dictador en todos los medios que han querido y podido, desde panfletos salvadoreños hasta internacionales, incluso los más prestigiosos”, declaró Bukele ante diputados, diplomáticos y funcionarios. “¿Saben qué? Me tiene sin cuidado que me llamen dictador”, agregó.
Bukele justifica su estilo de gobierno con la reducción de homicidios
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El presidente salvadoreño insistió en que su estilo de gobierno ha permitido devolver la tranquilidad a la ciudadanía, especialmente tras la implementación del régimen de excepción que ha llevado a la detención de más de 80 mil personas desde 2022.
“Prefiero estos momentos cuando agarro el celular y veo ‘dictador, dictador, dictador’ en las noticias, y no ‘asesinato, asesinato, asesinato’ como antes”, enfatizó Bukele. Según cifras oficiales, El Salvador cerró el 2024 con una de las tasas de homicidios más bajas de América Latina, aunque organizaciones de derechos humanos han advertido sobre denuncias de detenciones arbitrarias y torturas en las cárceles.
Críticas a la democracia y los derechos humanos
En su mensaje, Bukele cuestionó abiertamente el uso de conceptos como democracia, transparencia y derechos humanos, a los que calificó como herramientas para “mantener sometidas a las personas”.
“Democracia, institucionalidad, transparencia, derechos humanos, Estado de derecho… suenan bien, son grandes ideales, pero en la práctica solo se usan para mantenernos sometidos”, afirmó. También criticó a “organismos internacionales” que, según él, buscan impedir que los gobiernos combatan eficazmente al crimen organizado.
“Lo que ellos realmente quieren es que seamos incapaces de castigar a los asesinos en nombre de un supuesto ideal de derechos humanos, que no es más que los derechos de los delincuentes”, sostuvo Bukele.
Primer año del segundo mandato bajo cuestionamientos constitucionales
Bukele fue reelegido en 2024, a pesar de que la Constitución de El Salvador prohíbe expresamente la reelección presidencial inmediata. Su reelección fue avalada por una Sala de lo Constitucional nombrada por una Asamblea controlada por su partido, Nuevas Ideas, lo que ha generado preocupaciones internacionales por una supuesta “escalada autoritaria”.
Durante el último año, diversas organizaciones han denunciado la persecución contra activistas, el cierre de medios críticos y la aprobación de leyes que restringen la operación de ONG, lo que ha sido comparado con medidas similares adoptadas en países como Nicaragua y Venezuela.
Defensa de la Ley de Agentes Extranjeros
Uno de los puntos más destacados del discurso fue la defensa de la Ley de Agentes Extranjeros, aprobada recientemente por la Asamblea Legislativa y que impone un impuesto del 30 % a las donaciones provenientes del exterior destinadas a organizaciones no gubernamentales.
“Es una ley para proteger la cooperación internacional. Queremos asegurarnos de que esos fondos que vienen del extranjero y que dicen ser para proyectos sociales, realmente se usen para ayudar a la gente”, explicó el mandatario.
Bukele justificó la legislación comparándola con medidas adoptadas por países desarrollados: “La mayoría de países prohíbe la injerencia extranjera. Nosotros la permitimos, pero solo pedimos que paguen impuestos como todos”.
Un liderazgo desafiante frente a la comunidad internacional
El discurso de Bukele ratifica su estrategia de confrontación con sus críticos y su apuesta por mantener altos niveles de popularidad interna, apoyado por la baja criminalidad y el control político casi total. Mientras tanto, organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han alertado sobre la erosión institucional en El Salvador, en un contexto donde la oposición política permanece debilitada y la prensa enfrenta crecientes obstáculos para operar con libertad.