Un nuevo informe de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos confirma que no existe evidencia científica que respalde una relación entre las vacunas que contienen timerosal y el desarrollo del autismo. La publicación fue difundida este martes en el sitio web oficial de la agencia, antes de una reunión de expertos que analizará los avances en inmunización.
El documento del CDC fue publicado junto con la agenda oficial del encuentro, en el que se espera la participación de diversos especialistas, entre ellos Lyn Redwood, exdirectora del grupo antivacunas Children’s Health Defense. Redwood abordará el uso del conservante timerosal en algunas vacunas contra la gripe.
El debate sobre el presunto vínculo entre el autismo y las vacunas lleva más de dos décadas alimentando campañas de desinformación. Sin embargo, los CDC, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y múltiples organismos científicos internacionales han sostenido consistentemente que no existe relación causal entre el timerosal y trastornos del espectro autista (TEA).
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Vacunas y autismo: lo que confirma el nuevo informe del CDC
El informe actualizado revisó decenas de estudios publicados en los últimos años, centrados específicamente en el impacto de las vacunas que contienen timerosal sobre el neurodesarrollo de los niños. La conclusión de los expertos del CDC fue clara: las pruebas científicas disponibles no apoyan una asociación entre el uso del conservante y el autismo.
Altair Salazar Muñiz, un niño con diagnóstico y tratamiento del Trastorno del Espectro Autista, juega con sus coches. EFE/ Sáshenka Gutiérrez
El timerosal ha sido utilizado desde hace décadas como agente antimicrobiano en vacunas multidosis. Su función es evitar el crecimiento de bacterias y hongos que podrían contaminar los viales. Según el informe, en la temporada de vacunación 2024-2025, el 96% de las vacunas contra la influenza administradas en Estados Unidos no contenían timerosal.
Aunque este compuesto ha sido eliminado progresivamente de la mayoría de vacunas pediátricas como medida preventiva, su uso en ciertas formulaciones aún se mantiene bajo regulación sanitaria estricta. El nuevo análisis del CDC se suma a estudios previos publicados por revistas científicas como The New England Journal of Medicine, Pediatrics y The Lancet, que tampoco encontraron relación entre vacunas y autismo.
El origen de la desinformación sobre vacunas y autismo
El mito sobre las vacunas y el autismo tuvo origen en 1998, cuando el médico británico Andrew Wakefield publicó un estudio en The Lancet que sugería un vínculo entre la vacuna triple viral (sarampión, paperas y rubéola) y el autismo. Años después, se descubrió que los datos fueron manipulados y el artículo fue retirado por la revista. Wakefield perdió su licencia médica y fue desacreditado por la comunidad científica.
Varios niños juegan en el patio de un colegio. EFE/Ana Escobar
A pesar de ello, su investigación alimentó el movimiento antivacunas, especialmente en Estados Unidos. Organizaciones como Children’s Health Defense, fundada por Robert F. Kennedy Jr., han sido críticas del sistema de inmunización y han contribuido a la propagación de información errónea.
Con la llegada de la pandemia de COVID-19, los temores sobre vacunas resurgieron con fuerza en las redes sociales, generando confusión incluso entre padres que antes confiaban plenamente en la vacunación infantil. El CDC ha intensificado sus esfuerzos de divulgación para combatir la desinformación y reforzar la confianza en la ciencia.
Autismo, diagnóstico y causas: ¿qué sabemos hasta hoy?
Los trastornos del espectro autista son condiciones del neurodesarrollo que afectan la comunicación, la conducta y la interacción social. De acuerdo con el CDC, uno de cada 36 niños en Estados Unidos ha sido diagnosticado con autismo, una prevalencia que ha aumentado en parte gracias a mejoras en los criterios de diagnóstico y mayor conciencia social.
Las causas del autismo son multifactoriales y complejas. Investigaciones recientes apuntan a una combinación de factores genéticos y ambientales, pero no existe un solo elemento que lo explique por completo. Entre los factores analizados por la ciencia se incluyen mutaciones genéticas, infecciones durante el embarazo, exposición a ciertas sustancias y complicaciones en el parto.
Ninguno de los estudios científicos revisados hasta ahora ha encontrado evidencia sólida que relacione las vacunas con el desarrollo del autismo. “No se ha establecido ninguna conexión biológica plausible entre el timerosal y los síntomas del espectro autista”, indica el informe del CDC.
El rol del CDC frente a la desinformación
Los CDC han reiterado que la seguridad de las vacunas es una prioridad para la agencia y que todos los componentes utilizados en su elaboración, incluido el timerosal, pasan por rigurosos controles de calidad y evaluación.
Además del informe, los CDC han lanzado campañas informativas en escuelas, centros médicos y plataformas digitales para contrarrestar los mitos persistentes sobre las vacunas. También han trabajado en colaboración con organizaciones comunitarias para acercar información verificada a las comunidades latinas, afroamericanas y rurales, que suelen ser más vulnerables a la desinformación.
En un comunicado reciente, la doctora Rochelle Walensky, directora de los CDC, afirmó que «es fundamental basar las decisiones médicas en evidencia científica confiable. Las vacunas salvan vidas y su seguridad está respaldada por décadas de investigación».
El organismo también ha promovido la participación de padres, educadores y profesionales de la salud en foros abiertos, en los que se responde a preguntas sobre inmunización y se aclaran temores frecuentes sobre efectos secundarios o ingredientes en las vacunas.
Con el respaldo de la comunidad científica y sanitaria, el CDC busca reducir el escepticismo, proteger la salud pública y garantizar que las futuras generaciones crezcan sin enfermedades prevenibles.