Un fascinante descubrimiento en Çatalhöyük, un asentamiento neolítico en el centro-sur de Turquía, está reescribiendo lo que sabemos sobre las primeras sociedades agrícolas. Un estudio reciente, publicado en la revista Science, sugiere que esta antigua ciudad, habitada entre el 7100 a.C. y el 6000 a.C., pudo haber sido una sociedad matriarcal centrada en las mujeres. Gracias a un análisis genético y arqueológico de 131 individuos enterrados en 35 casas, los investigadores han encontrado patrones que destacan el rol central de las mujeres en la organización social y las prácticas funerarias de esta comunidad, considerada uno de los primeros centros urbanos del mundo.
Çatalhöyük, declarado Patrimonio Mundial de la UNESCO, es conocido por sus casas de adobe con accesos por los techos y por los entierros bajo los suelos de las viviendas. Durante casi un milenio, sus habitantes vivieron en una comunidad igualitaria que ahora revela pistas sobre una estructura social única. El equipo de genetistas, arqueólogos y antropólogos analizó el ADN antiguo de 395 esqueletos, tanto de hombres como de mujeres, descubriendo que los lazos familiares predominantes eran de línea materna. Esto sugiere que, tras el matrimonio, los hombres se mudaban a las casas de sus esposas, una práctica que contrasta con los modelos patriarcales de otras sociedades neolíticas.
Evidencia de una sociedad matriarcal
Uno de los hallazgos más sorprendentes del estudio es el tratamiento especial hacia las niñas en las prácticas funerarias. Los ajuares funerarios, objetos colocados junto a los difuntos, eran hasta cinco veces más frecuentes en las tumbas de niñas que en las de niños. Este patrón se mantuvo constante durante los mil años de ocupación de Çatalhöyük, sin cambios significativos incluso después de transiciones en los modelos familiares. La secuenciación genómica permitió determinar el sexo biológico de bebés y menores, algo difícil de precisar solo con restos óseos, y reveló una clara preferencia por honrar a las mujeres en los rituales de entierro.
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El profesor Anders Götherström, del Centro de Paleogenética, destacó que esta estructura familiar es excepcional en comparación con otras sociedades neolíticas europeas, donde los hombres solían ser el centro de la organización social y recibían tumbas más ricas. En Çatalhöyük, las mujeres no solo tenían un rol simbólico importante, evidenciado por las famosas figurillas femeninas asociadas a la fertilidad, sino también un reconocimiento social que se refleja en los entierros. Estas figurillas, a menudo interpretadas como representaciones de una “Diosa Madre”, han alimentado durante décadas el debate sobre si esta ciudad era una sociedad matriarcal.
Çatalhöyük y la centralidad de las mujeres
A diferencia de los asentamientos neolíticos europeos, donde los linajes y la residencia se organizaban en torno a los hombres, en Çatalhöyük no se encontraron evidencias de migraciones significativas de mujeres hacia la ciudad, como sería típico en una sociedad patriarcal. En cambio, los patrones genéticos muestran que los hombres se integraban a las comunidades de sus esposas, reforzando la idea de una sociedad matriarcal o al menos matrilineal. Además, no se observaron diferencias en la movilidad por sexo, lo que indica que tanto hombres como mujeres permanecían en la ciudad sin flujos migratorios sesgados.
El estudio también desafía los sesgos modernos al analizar sociedades antiguas. La investigadora Eline Schotsmans, de la Universidad de Wollongong, señaló que muchas culturas, como algunos grupos indígenas australianos, han transmitido derechos e identidad a través de la línea materna. Este enfoque matrilineal pudo haber otorgado a las mujeres de Çatalhöyük un rol central en la toma de decisiones, la propiedad o la herencia, aunque no hay evidencia directa de estructuras políticas formales debido a la ausencia de registros escritos.
Un legado único
Los hallazgos en Çatalhöyük contrastan con los patrones observados en Europa durante el Neolítico, donde las tumbas masculinas solían contener más objetos de valor. En este sitio turco, las mujeres recibían mayor reconocimiento simbólico, lo que sugiere una valoración cultural distinta. Estudios similares en entierros de la Edad del Hierro en el sur de Inglaterra también han identificado comunidades matrilineales, donde las mujeres emparentadas convivían y los hombres llegaban de fuera, un patrón que podría reflejar derechos femeninos sobre tierras o propiedades.
Con sus casas apiladas y sus coloridos murales, Çatalhöyük sigue siendo un enigma fascinante. Este asentamiento, que albergó hasta 8,000 personas en su apogeo, ofrece una ventana a un mundo donde las mujeres pudieron haber liderado la organización social. Los nuevos datos genéticos y arqueológicos invitan a repensar cómo interpretamos las primeras ciudades y nos recuerdan que las estructuras sociales del pasado eran mucho más diversas de lo que los modelos modernos suelen asumir. A medida que los arqueólogos continúan explorando este sitio, Çatalhöyük sigue revelando secretos sobre el poder y la influencia de las mujeres en la prehistoria.