El trabajo de mujeres científicas que han dedicado casi cinco décadas a estudiar la salud de las mujeres en Estados Unidos está en riesgo. El Estudio de Salud de las Enfermeras, iniciado por la Universidad de Harvard en 1976, ha recopilado datos de unas 280,000 enfermeras y ha revolucionado nuestra comprensión de la salud femenina.
Desde pautas dietéticas hasta tratamientos contra el cáncer de mama, este proyecto ha sido clave para mejorar la vida de millones. Sin embargo, recientes políticas del gobierno de Donald Trump, que han cortado fondos federales a Harvard por presuntas violaciones a la Ley de Derechos Civiles, amenazan con detener este esfuerzo histórico. A continuación, te contamos por qué este estudio es tan importante y qué significa su posible fin.
El conflicto comenzó cuando el gobierno señaló a Harvard por no proteger adecuadamente a estudiantes judíos durante protestas en el campus, una acusación que la universidad niega. Como resultado, millones en fondos federales, incluidos los que sostienen el Estudio de Salud de las Enfermeras, fueron retirados abruptamente en mayo de 2025. Ahora, los investigadores luchan por salvar un tesoro de datos biológicos y décadas de trabajo que podrían perderse para siempre.
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Un legado de descubrimientos
El Estudio de Salud de las Enfermeras, junto con su contraparte masculina, el Estudio de Seguimiento de Profesionales de la Salud, ha sido un pilar de la investigación médica. Desde su inicio, ha involucrado a mujeres científicas y enfermeras como Patricia Chubb, de 70 años, y su madre, Charlotte Mae Rohrbaugh, de 98, quienes han contribuido con muestras de sangre, orina, heces e incluso uñas para analizar marcadores de salud.
Sus esfuerzos han llevado a hallazgos que cambiaron la forma en que vivimos: la eliminación de las grasas trans de muchos alimentos, el vínculo entre el tabaquismo y las enfermedades cardíacas, y dietas que reducen el riesgo de deterioro cognitivo.
Según el Dr. Walter Willett, profesor de epidemiología y nutrición en la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard, los datos recopilados han influido en las pautas alimentarias nacionales y en tratamientos hormonales para el cáncer de mama.
Mantener las muestras biológicas, almacenadas en congeladores que requieren nitrógeno líquido, cuesta miles de dólares al mes. Sin fondos, estos datos, que representan el trabajo de mujeres científicas y participantes, podrían perderse, retrasando avances en la salud femenina por años.
El impacto de los recortes
La decisión de cortar fondos federales a Harvard se basa en una investigación gubernamental que acusa a la universidad de no abordar el acoso antisemita en el campus. El lunes, funcionarios federales declararon que Harvard estaba en “violación flagrante” de la Ley de Derechos Civiles, una afirmación que la universidad ha rechazado categóricamente. Aunque Trump elogió a Harvard en junio de 2025 por su manejo de las negociaciones, la postura cambió drásticamente, amenazando con eliminar todo el financiamiento federal si no se cumplen las demandas del gobierno.

Para los investigadores, esto es más que un problema financiero. Jackie Desmond, una enfermera de 68 años que participa en el estudio desde 1978, lo considera una pérdida personal. Ella y su hijo, inscrito en un estudio derivado sobre nutrición familiar, han contribuido con datos que han ayudado a entender cómo el estilo de vida afecta la salud. “Antes, los estudios se hacían solo en hombres. Este enfoque en mujeres fue revolucionario”, dijo Desmond. Perder estas muestras, según ella, es como “quemar una biblioteca” de conocimiento irremplazable.
Un futuro incierto
El impacto de estas políticas va más allá de Harvard. El Estudio de Salud de las Enfermeras ha inspirado a generaciones de mujeres científicas y ha entrenado a miles de investigadores. Martha Dodds, de 68 años, quien se unió al estudio en 1982, destaca el compromiso de las enfermeras: “Hacemos esto para ayudar a los demás, no por dinero”. Su madre, Dorothy, participó desde 1976, y la tercera generación del estudio aún está reclutando participantes.

Sin embargo, la amenaza de perder fondos pone en riesgo no solo los datos, sino también el futuro de la investigación en salud femenina. El Dr. Willett ha enfatizado que ceder el control de la investigación al gobierno no es una opción viable. Mientras tanto, enfermeras como Chubb, cuya madre de 98 años pidió donaciones al estudio en lugar de flores para su funeral, sienten que su legado está en juego. “Es indignante que se mezcle la investigación médica con otras disputas”, dijo Chubb.
Con el gobierno impulsando su iniciativa “Hacer a Estados Unidos Saludable de Nuevo”, la ironía no pasa desapercibida. Los recortes al trabajo de mujeres científicas podrían frenar avances en la prevención de enfermedades crónicas, justo cuando se necesitan más. Por ahora, los investigadores buscan fondos alternativos, pero el reloj sigue corriendo para salvar un esfuerzo que ha transformado la salud de millones.