El Gobierno de Estados Unidos aceptó oficialmente el Boeing 747 ofrecido por Catar para ser utilizado como el nuevo Air Force One, decisión que ha desatado una ola de cuestionamientos sobre las implicancias de seguridad, inteligencia y legalidad en medio de un clima político polarizado.
El portavoz del Pentágono, Sean Parnell, confirmó este miércoles que el secretario de Defensa, Pete Hegseth, aceptó la aeronave “de conformidad con todas las normas y reglamentos federales”. El Departamento de Defensa, añadió, trabajará para que se cumplan todas las condiciones necesarias en materia de seguridad y funciones específicas que demanda una aeronave destinada al transporte presidencial.
Aunque la noticia había sido filtrada días antes, su confirmación oficial marca un nuevo capítulo en la historia del Air Force One, el avión presidencial más emblemático del mundo.
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CONTROVERSIA EN TORNO AL NUEVO AIR FORCE ONE
Desde que se conoció la existencia de la propuesta catarí, la reacción tanto en Washington como en medios internacionales ha sido mixta. El hecho de que una nación extranjera ofrezca un avión para convertirse en el próximo Air Force One ha generado serias preocupaciones entre legisladores, expertos en defensa y analistas políticos.
Aunque el gobierno de Donald Trump ha minimizado el gesto, considerándolo un acto de cooperación entre aliados, voces dentro de su propio partido han expresado preocupación. “Podría parecer un regalo generoso, pero hay que pensar en lo que esto podría significar en términos de espionaje y control tecnológico”, comentó el senador republicano Ted Cruz.
Por su parte, el presidente Trump, a través de su red social Truth Social, negó que se trate de un regalo personal. Afirmó que el Boeing será utilizado únicamente durante su mandato y que al finalizar su gestión, en 2029, lo donará a su biblioteca presidencial. “Fue un gesto amistoso, no un soborno. No lo pidimos, pero agradecemos el gesto”, publicó Trump.
Sin embargo, medios como CNN indicaron que fue la administración republicana la que inicialmente contactó al gobierno catarí, contradiciendo la narrativa oficial.
EL COSTO DE CONVERTIR EL BOEING EN UN AIR FORCE ONE
El Boeing 747 ofrecido por Catar es un jet de lujo que, si bien es funcional, no cuenta con las modificaciones necesarias que requiere un Air Force One. Transformarlo para uso presidencial podría tomar hasta dos años e implicar una inversión de cientos de millones de dólares. Este proceso incluiría la incorporación de sistemas de comunicación altamente seguros, tecnología de defensa aérea y modificaciones estructurales internas.
Durante su primer mandato, Trump ya había destinado 3.900 millones de dólares para la construcción de dos nuevos aviones presidenciales bajo el modelo 747-8. Sin embargo, el proyecto lleva cinco años de retraso. La Casa Blanca reconoció que no estarán listos antes de 2029.
La posibilidad de que Catar haya ofrecido un avión ya listo —al menos en lo estructural— podría representar una salida temporal a la demora, pero los cuestionamientos no se han hecho esperar.
Legisladores demócratas, incluidos miembros del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, han denunciado que la entrega del avión representa un “conflicto de intereses” y que puede violar disposiciones constitucionales que prohíben a funcionarios recibir obsequios de gobiernos extranjeros.
“El Air Force One debe representar independencia tecnológica y soberanía. Este gesto, aunque simbólico, plantea dudas sobre nuestra capacidad para operar de manera autónoma en temas críticos de defensa y seguridad nacional”, indicó el senador Jack Reed, uno de los más críticos frente a la medida.
TRUMP Y EL AIR FORCE ONE: UNA RELACIÓN MARCADA POR LA URGENCIA
Desde su primer mandato, Donald Trump ha manifestado su frustración con el sistema de adquisiciones del Pentágono. Ha criticado abiertamente a Boeing por los continuos retrasos y sobrecostos, y ha presionado por alternativas que aceleren la renovación del Air Force One.
La decisión de aceptar la oferta catarí puede leerse como un intento de Trump por dejar su marca en un símbolo de poder estadounidense, a la vez que responde a la necesidad urgente de modernizar la flota presidencial.
Para el gobierno republicano, se trata de una oportunidad de mostrar acción frente a una burocracia que ha entorpecido proyectos clave. Para sus opositores, representa una peligrosa apertura a intereses externos en asuntos que deberían mantenerse bajo control exclusivo de Estados Unidos.
Más allá del debate político, lo cierto es que el nuevo Air Force One —ya sea el modificado por Boeing o el ofrecido por Catar— no estará operativo en el corto plazo. La transición y adaptación del avión llevará tiempo, y cualquier avance será monitoreado de cerca tanto por aliados como por adversarios geopolíticos.
