Ante el tiroteo en la Universidad Estatal de Florida, ¿cómo la comunidad universitaria puede prevenir estos hechos que enlutan familias?. Principal sospechoso está herido y es hijo de un ayudante del alguacil.
LEE LA EDICIÓN DIGITAL CON SOLO UN CLIC
Un tiroteo en la Universidad Estatal de Florida (FSU) en Tallahassee dejó dos muertos y siete heridos, según El País y CNN. El sospechoso, Phoenix Ikner, un estudiante de 20 años e hijo de una ayudante del alguacil, usó el arma de servicio de su madre, un hecho que pone en relieve la intersección entre el acceso a armas y la cultura de violencia en EE.UU.
Te Recomendamos

Entender las causas es crucial para fomentar el cambio. The Violence Project indica que el 97.7% de los tiradores en tiroteos masivos (1966-2019) fueron hombres, con un promedio de 34 años, y el 77% de las armas fueron obtenidas legalmente. En este caso, Ikner accedió al arma de su madre, un patrón común: el 60% de las armas en tiroteos escolares provienen de familiares, según The Washington Post.
La cultura de violencia en EE.UU., alimentada por leyes permisivas, juega un papel central. Florida, con regulaciones laxas, tiene 400 millones de armas civiles, según Amnesty International. Factores como salud mental, acoso escolar y nociones tóxicas de masculinidad también contribuyen. Ikner, descrito por un compañero como defensor de posturas supremacistas en debates políticos, podría reflejar estas dinámicas, aunque su motivo no está claro.
La comunidad universitaria puede liderar la prevención mediante estrategias educativas que aborden la seguridad, la salud mental y la cultura de violencia. Aquí se proponen soluciones basadas en evidencia:
1. Crear entornos de confianza
Un clima escolar donde los estudiantes denuncien amenazas es esencial, según Everytown for Gun Safety. La FSU emitió una alerta de “tirador activo” que facilitó la respuesta policial, pero la detección temprana de señales, como publicaciones en redes sociales, es clave. Sistemas de denuncias anónimas, como los usados en Seminole High School en 2025 tras una amenaza, han probado su eficacia. Las universidades deben capacitar a su comunidad para identificar comportamientos de riesgo.
2. Priorizar la salud mental
La salud mental es un factor crítico. Amnesty International señala que la falta de atención a problemas como depresión o misoginia, combinada con acceso a armas, agrava la violencia. Las universidades deben ofrecer consejería accesible y talleres para gestionar conflictos. En el caso de Ikner, un estudiante, intervenciones previas podrían haber detectado su angustia. Capacitar a docentes para reconocer señales de crisis, como aislamiento, es fundamental.
3. Escuelas como comunidades seguras
Everytown, la American Federation of Teachers (AFT) y la National Education Association (NEA) abogan por transformar las universidades en “escuelas comunitarias” que ofrezcan apoyo integral. Esto incluye asociaciones con organizaciones locales para programas de inclusión y salud mental. En campus de alto riesgo, estas iniciativas han reducido la exposición a la violencia. La FSU podría implementar este modelo para fortalecer la cohesión y prevenir la alienación.
4. Políticas de seguridad efectivas
Medidas como simulacros realistas o armar docentes carecen de evidencia, según Everytown, y pueden aumentar el estrés. En cambio, leyes de almacenamiento seguro de armas, respaldadas por JAMA Network Open, previenen el acceso de menores, como en el caso de Ikner. Las universidades deben colaborar con la policía para optimizar protocolos de respuesta, como se vio en la rápida intervención en Tallahassee.
5. Educación sobre responsabilidad y cultura de violencia
Las universidades pueden educar sobre la responsabilidad de los propietarios de armas y la cultura de violencia. En Florida, campañas como Da El Siguiente Paso promueven el almacenamiento seguro. Integrar estos temas en seminarios o asignaturas electivas puede cambiar percepciones y fomentar una cultura de prevención. Esto es crucial en un país donde la Segunda Enmienda ampara el acceso a armas, pero la opinión pública apoya controles más estrictos, según Expansión.
Implementar estas estrategias enfrenta obstáculos. La polarización política, con republicanos priorizando seguridad física y demócratas abogando por control de armas, complica las reformas, según El País. La falta de recursos en universidades, como señala SciLine, limita los programas de salud mental. Además, estigmatizar a estudiantes con problemas psicológicos es un riesgo si las intervenciones no son cuidadosas.
El caso de Ikner, hijo de una alguacil con 18 años de servicio, subraya la complejidad del problema. Su acceso al arma de su madre, a pesar de su participación en programas de la oficina del alguacil, refleja fallos en la seguridad doméstica. La tragedia, descrita por el sheriff Walt McNeil como “trágica en más sentidos de los imaginables”, exige un enfoque multidimensional.
UN FUTURO SIN VIOLENCIA
El tiroteo en la FSU, que dejó a estudiantes como Jayden D’Onofrio enfrentando el trauma de otra masacre, es un recordatorio de que la violencia armada no es inevitable. Como dijo Fred Guttenberg, padre de una víctima de Parkland, “Estados Unidos está roto” por la falta de acción. Las universidades, como centros de aprendizaje y comunidad, tienen el poder de liderar el cambio mediante la educación.

Fomentar entornos seguros, priorizar la salud mental, transformar campus en comunidades inclusivas y educar sobre la responsabilidad de las armas son pasos concretos. La FSU, con 44,000 estudiantes, puede ser un modelo de prevención. Como afirmó el presidente Donald Trump, “es horrible que estas cosas pasen”, pero la retórica debe traducirse en acción. La educación es la clave para construir un futuro donde las aulas sean santuarios, no escenarios de temor.