Un grupo de más de 170 empleados de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) alzó la voz esta semana contra las políticas impulsadas por la administración de Donald Trump, liderada por el administrador Lee Zeldin. En una declaración pública fechada el 30 de junio de 2025, estos trabajadores, junto con cerca de 100 firmas anónimas por temor a represalias, denunciaron que las recientes decisiones de la EPA están socavando su misión de proteger la salud humana y el medio ambiente. La carta, respaldada también por más de 20 premios Nobel y otros académicos, refleja una profunda preocupación por el rumbo de la agencia bajo la nueva dirección.
La EPA, creada en 1970 para garantizar aire y agua limpios para los estadounidenses, enfrenta un momento crítico. Los empleados señalan que las políticas actuales, que incluyen recortes de fondos y la eliminación de regulaciones clave, están alejando a la agencia de sus objetivos fundacionales. Este movimiento de disenso, poco común entre funcionarios públicos, ha sido comparado con una protesta similar de científicos de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) a principios de junio. A continuación, te contamos qué está pasando dentro de la EPA y por qué sus empleados están tomando esta postura tan inusual.
¿Por qué protestan los empleados de la EPA?
La declaración de los empleados destaca cinco problemas principales: la pérdida de confianza pública, el desprecio al consenso científico en favor de intereses contaminantes, la reversión de avances en comunidades vulnerables, el desmantelamiento de la Oficina de Investigación y Desarrollo, y una cultura de miedo que obliga a los trabajadores a elegir entre su empleo y sus principios. Según Amelia Hertzberg, especialista en protección ambiental que ha estado en licencia administrativa desde febrero, estas políticas están desmoronando el legado de la EPA. “Esta agencia era un superhéroe para mí en mi juventud, pero ahora no estamos cumpliendo con nuestros ideales”, expresó.
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Hertzberg, quien trabajaba en la Oficina de Justicia Ambiental y Derechos Civiles Externos, se enfocaba en proteger a grupos especialmente vulnerables, como mujeres embarazadas, niños pequeños, ancianos y comunidades expuestas a altos niveles de contaminación. Su departamento, ahora en proceso de cierre, era clave para abordar la justicia ambiental, un área que buscaba mitigar el impacto desproporcionado de la contaminación en comunidades minoritarias. La eliminación de fondos para estas iniciativas ha generado indignación entre los empleados, quienes ven estas decisiones como un retroceso en la lucha por un ambiente más seguro.
Impacto en comunidades
Bajo la dirección de Lee Zeldin, la EPA ha tomado medidas drásticas que han encendido las alarmas. Entre ellas, se encuentra la eliminación de regulaciones que reducían la contaminación del aire en parques nacionales y reservas tribales. Además, la agencia propone revertir una prohibición sobre el asbesto, un material cancerígeno, y ha derogado reglas que limitaban las emisiones de gases de efecto invernadero en plantas de carbón y gas. Estas decisiones, según los empleados, priorizan los intereses de la industria sobre la salud pública.
Jeremy Berg, exdirector del Instituto Nacional de Ciencias Médicas Generales en los NIH, subrayó que estas políticas no solo afectan el medio ambiente, sino también la confianza en la ciencia. “Si respiras aire y bebes agua, esto te importa. La EPA debería volver a su misión original”, afirmó. Los empleados también critican la reorganización de la Oficina de Investigación y Desarrollo, que ha perdido presupuesto y enfoque en temas como el cambio climático y la justicia ambiental. Estas acciones, dicen, debilitan la capacidad de la agencia para enfrentar desafíos urgentes como las olas de calor, que ya se sienten con fuerza en regiones como la Costa Este.
Debate sobre la desregulación
Otro punto de controversia es la propuesta de Zeldin de reconsiderar el hallazgo de peligro de 2009, que establece que los gases de efecto invernadero son una amenaza para la salud pública. Esta base legal permite a la EPA regular emisiones de automóviles, fábricas y plantas de energía.
Anularla, como propone la administración, sería un golpe devastador para las políticas climáticas, según los empleados disidentes. Carol Greider, premio Nobel y profesora en la Universidad de California, Santa Cruz, advirtió que estas decisiones tendrán consecuencias graves. “Hay gente que va a morir. Las olas de calor recientes son una prueba de que el cambio climático ya está aquí”, señaló.
La protesta de los empleados no es solo una crítica a las políticas, sino también un llamado a proteger el futuro de la ciencia ambiental. Muchos temen que la reducción de fondos y el ambiente de miedo dentro de la EPA desanimen a la próxima generación de científicos.
Greider destacó que los estudiantes de posgrado ya están preocupados por la falta de apoyo a la investigación. “Si no invertimos en ciencia ahora, perderemos décadas de progreso”, afirmó. Mientras la EPA enfrenta este momento de tensión interna, el debate sobre su rol en la protección del medio ambiente sigue más vivo que nunca.