Francisco Hernández Corona, un graduado de Harvard, tomó la difícil decisión de autodeportarse a México junto con su esposo, Irving Hernández Corona, debido al temor a las políticas migratorias de Estados Unidos. La pareja, que residía en Los Ángeles, se trasladó a Puerto Vallarta hace aproximadamente tres semanas, según información compartida por autoridades locales el 22 de mayo.
Este movimiento se produce en un contexto donde el gobierno federal ha intensificado sus esfuerzos para deportar a millones de personas sin estatus legal, ofreciendo incentivos de hasta 1,000 dólares a quienes opten por autodeportarse a través de la aplicación CBP Home en lugar de ser detenidos por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE). La incertidumbre migratoria y el miedo a la separación forzaron a la pareja a dejar atrás una vida construida durante años en el país.
Francisco, de 34 años, llegó a Estados Unidos a los 10 años tras un cruce traumático por el desierto con la ayuda de un coyote, enviado por su padre. Él describió esa experiencia como “los tres peores días de mi vida”, una decisión que no tuvo control como menor de edad.
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A pesar de las adversidades, logró completar su educación secundaria con el apoyo de sus profesores y se graduó en psicología clínica en Harvard en 2013, un logro que calificó como un “sueño improbable” para alguien de su origen. Su madre falleció meses antes de terminar la preparatoria debido a una enfermedad rara, dejando a su hermana menor en Texas mientras él permanecía en su ciudad natal, enfrentando sola su camino hacia el éxito académico.
La historia de Francisco e Irving
La autodeportación de la pareja se vio impulsada por el temor constante a ser separados por ICE, especialmente tras las nuevas políticas migratorias implementadas este año. Francisco intentó regularizar su situación a través de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) durante la administración de Barack Obama, pero enfrentó obstáculos legales debido a sus dos entradas no autorizadas al país, lo que incluye una posible prohibición permanente de reingreso. Más tarde, solicitó una visa bajo la Ley de Violencia contra la Mujer (VAWA), citando el abuso doméstico que él y su madre sufrieron por parte de su padre, aunque esta vía también se cerró por su historial migratorio.
El matrimonio con Irving, ciudadano estadounidense, en 2022 parecía una esperanza, pero asesores legales les advirtieron que Francisco no podía ajustar su estatus dentro de Estados Unidos debido a la prohibición. Incluso les recomendaron evitar una luna de miel en Puerto Rico por el riesgo de detención. “Entonces, supongo que tenemos que irnos”, le dijo Francisco a Irving, sintiendo que no había razones para quedarse. Irving describió el ambiente en Estados Unidos como “muy odioso”, mientras Francisco relató el pánico al ver agentes de ICE en su comunidad, con episodios donde “llamaban a la puerta y Francisco se asustaba y aterrorizaba”.
Impacto de la autodeportación a México
La decisión de autodeportarse ha transformado la vida de la pareja, quienes ahora intentan adaptarse en México mientras mantienen la esperanza de regresar legalmente a Estados Unidos. Francisco expresó que la ley no considera las circunstancias de quienes llegaron siendo niños, afirmando: “No me importa que tuvieras 10 años, no me importa si sangrabas en el desierto o llorabas solo en el desierto. No me importa que no eligieras esto; ya no puedes quedarte en un lugar al que llamas hogar”. A pesar de esto, sueñan con formar una familia y enviar a sus futuros hijos a Harvard, un objetivo que refleja su resiliencia.
El gobierno federal ha indicado que quienes optan por autodeportarse podrían tener una oportunidad futura de reingreso legal, según declaraciones del Departamento de Seguridad Nacional el pasado mes. Mientras tanto, la pareja enfrenta la pérdida de su comunidad en Los Ángeles, donde Francisco había construido una carrera profesional tras su graduación. Su historia resalta las tensiones migratorias actuales, con muchas familias evaluando opciones similares ante el temor a las redadas de ICE. La incertidumbre sigue siendo una sombra en su nueva vida en Puerto Vallarta.