La política arancelaria de la administración Trump ha generado nuevas tensiones diplomáticas con aliados históricos como el Reino Unido y la Unión Europea. Este viernes, el presidente Donald Trump y el primer ministro británico, Keir Starmer, mantuvieron una conversación telefónica en la que reafirmaron su voluntad de alcanzar un acuerdo comercial bilateral, aunque sin renunciar a la defensa del «interés nacional».
Durante la llamada, ambos mandatarios evaluaron los avances en las conversaciones sobre un futuro marco comercial, en medio del impacto que han tenido los aranceles impuestos por la Casa Blanca. Londres, si bien recibió una tasa del 10 % –el mínimo establecido en el nuevo esquema estadounidense–, no ha ocultado su preocupación por el efecto que esta medida podría tener en sectores clave de su economía.
Política arancelaria de la administración Trump: un enfoque unilateral
La política arancelaria de la administración Trump se ha caracterizado por decisiones unilaterales que han afectado incluso a países aliados. Desde principios de año, el Gobierno ha implementado gravámenes a las importaciones de productos estratégicos, argumentando la necesidad de proteger la industria nacional y reducir la dependencia del exterior.
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Sin embargo, esta estrategia ha generado fricciones con socios comerciales clave. En el caso del Reino Unido, el primer ministro Keir Starmer ha optado por una vía diplomática. “Solo apoyaremos un acuerdo que sea justo y beneficie a nuestro país. Es el mandato que recibimos para garantizar estabilidad económica”, aseguró un vocero de Downing Street.
Starmer ha evitado responder con medidas recíprocas y ha confiado en mantener una relación de colaboración con la Casa Blanca. El gabinete británico ya ha iniciado contactos formales con Washington, y según confirmó el vicepresidente J. D. Vance, las conversaciones avanzan. “Estamos trabajando intensamente para lograr un gran acuerdo económico bilateral”, afirmó en una entrevista con el medio británico UnHeard.

El primer ministro británico, Keir Starmer, sale del número 10 de Downing Street para la sesión semanal de preguntas al primer ministro (PMQ) en el Parlamento en Londres, Gran Bretaña. EFE/ANDY RAIN
Europa reacciona a la política arancelaria de la administración Trump
La política arancelaria de la administración Trump también ha despertado preocupación en la Unión Europea. La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, se reunió el jueves con Trump en la Casa Blanca, en calidad de representante informal del bloque europeo. La mandataria expresó su compromiso de buscar una solución diplomática y resaltó la voluntad de toda Europa de llegar a un acuerdo.
“Estoy segura de que podemos llegar a un acuerdo. Si no creyera que Estados Unidos es un socio fiable, no estaría aquí”, declaró Meloni, quien ha mantenido una relación cercana con Trump desde su elección. Su presencia en Washington busca destrabar las negociaciones que la Comisión Europea ha mantenido con funcionarios estadounidenses sin avances concretos.
Trump, por su parte, se mostró optimista. “Estoy convencido al 100 % de que habrá un acuerdo comercial justo. No creo que tengamos muchos problemas. Tenemos algo que todos quieren”, declaró tras la reunión.
El mandatario dejó claro que su política comercial no está cerrada al diálogo, pero sí condicionada a que los términos beneficien a Estados Unidos. Bajo su visión de «comercio justo», el país solo firmará acuerdos que fortalezcan su base industrial y generen empleos internos.
Efectos de la política arancelaria de la administración Trump en las negociaciones globales
La política arancelaria de la administración Trump ha sido motivo de preocupación entre analistas económicos y diplomáticos. Si bien ha funcionado como una herramienta de presión en la renegociación de tratados, también ha tensado vínculos con socios estratégicos.
El Reino Unido, por ejemplo, había apostado a un acercamiento comercial con Estados Unidos tras el Brexit. Sin embargo, el endurecimiento arancelario amenaza con desacelerar ese proceso. Aun así, Starmer mantiene la expectativa de una visita de Trump a Londres en septiembre, lo que podría marcar un punto de inflexión en las negociaciones.
Por otro lado, el impacto de las tarifas impuestas por Estados Unidos ya se ha hecho sentir en distintos sectores de la industria europea. Algunas empresas han empezado a diversificar sus exportaciones, mientras que gobiernos como el de Alemania evalúan medidas para proteger a sus productores.
En América Latina, la política también ha generado inquietud. México, por ejemplo, recibió un nuevo arancel para la exportación de tomates, lo que provocó críticas de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien lamentó no haber sido notificada previamente. “Eso no está bien”, declaró esta semana.

El primer ministro británico, Keir Starmer. EFE/EPA/NEIL HALL/ Archivo
Un modelo económico basado en presión comercial
A diferencia de administraciones anteriores, la política arancelaria de la administración Trump ha sido parte central de su modelo económico. Lejos de utilizar los aranceles como excepción, los ha convertido en regla para negociar desde una posición de fuerza. Esta estrategia ha sido criticada por algunos economistas, pero también aplaudida por sectores conservadores que valoran su enfoque nacionalista.
“El mensaje de Trump es claro: si querés comerciar con Estados Unidos, tiene que ser bajo nuestros términos”, resume Claire Martinez, investigadora del Instituto Peterson de Economía Internacional. “Eso puede funcionar a corto plazo, pero en el mediano plazo genera incertidumbre e inestabilidad para los aliados”.
Mientras tanto, los mercados observan con cautela el devenir de estas negociaciones. La posibilidad de que Estados Unidos alcance acuerdos bilaterales con Reino Unido, Italia y otros socios europeos podría redefinir el mapa comercial internacional. Sin embargo, muchos dudan de que estos acuerdos logren concretarse si la Casa Blanca no modera su enfoque.