Un informe reciente de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) ha encendido las alarmas: en 2023, cerca de 8.4 millones de adolescentes estadounidenses de entre 12 y 17 años, es decir, 32.7% de esta población, presentaban prediabetes juvenil, una condición que aumenta el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2, enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares.
Este dato, extraído de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (NHANES), refleja un incremento preocupante respecto a estimaciones previas, que situaban la prevalencia en torno al 28% entre 2015 y 2016. La prediabetes juvenil, caracterizada por niveles de glucosa en sangre más altos de lo normal pero sin llegar al diagnóstico de diabetes, es un llamado urgente a la acción para familias, médicos y autoridades de salud.
El estudio, basado en datos recopilados entre 2017 y 2023, muestra que el aumento de la prediabetes juvenil está ligado a la epidemia de obesidad infantil, aunque no todos los adolescentes con esta condición desarrollarán diabetes tipo 2. Factores como el sobrepeso, antecedentes familiares de diabetes y una actividad física limitada son señales de alerta. Christopher Holliday, director de la División de Traducción de la Diabetes del CDC, enfatizó: “Estos datos son un llamado de atención. La diabetes tipo 2 es una amenaza seria para los jóvenes, pero cambios simples como una alimentación saludable y más actividad física pueden prevenirla o retrasarla”.
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Factores de riesgo y realidades
Se define por niveles de glucosa en ayunas de 100 a 125 mg/dL, un nivel de hemoglobina A1c entre 5.7% y 6.4%, o un resultado de prueba de tolerancia oral a la glucosa de 140 a 199 mg/dL. Aunque estos niveles no indican diabetes, sí señalan un estrés significativo en el páncreas, especialmente en los adolescentes, cuyas células beta pueden perder función más rápido que en los adultos. Nancy Crimmins, endocrinóloga pediátrica del Cincinnati Children’s Hospital Medical Center, destacó que, aunque hasta el 70% de los jóvenes pueden volver a niveles normales de glucosa tras la pubertad, identificar quiénes progresarán a diabetes tipo 2 sigue siendo un desafío.

Los factores sociales también juegan un papel clave. Los adolescentes que viven en condiciones de inseguridad alimentaria, con ingresos familiares por debajo del 130% del nivel federal de pobreza o sin acceso a seguro médico público, tienen mayor riesgo. La pubertad misma contribuye, ya que los cambios hormonales pueden aumentar temporalmente la resistencia a la insulina. Sin embargo, un índice de masa corporal (IMC) elevado o un aumento continuo de peso agravan la situación, haciendo que la prediabetes juvenil sea una preocupación creciente en comunidades vulnerables.
Estrategias para la prevención
El CDC y la American Diabetes Association (ADA) recomiendan intervenciones tempranas para frenar la prediabetes juvenil. Desde los 10 años, los niños con sobrepeso u otros factores de riesgo, como antecedentes familiares o inactividad física, deben ser examinados. Las estrategias clave incluyen al menos 60 minutos de actividad física moderada a vigorosa al día, con ejercicios de fortalecimiento muscular tres veces por semana, y una dieta rica en frutas, verduras no almidonadas y granos integrales. Reducir el tiempo frente a pantallas y limitar el consumo de carnes rojas también son medidas prácticas.

En algunos casos, medicamentos como la metformina pueden complementar los cambios en el estilo de vida, aunque no está aprobada por la FDA para prevenir la progresión de la prediabetes en jóvenes. Meg Bensignor, endocrinóloga pediátrica de la Universidad de Minnesota, subrayó la gravedad del problema: “La diabetes tipo 2 en niños es una enfermedad agresiva. Las comorbilidades, como enfermedades hepáticas o cardiovasculares, pueden aparecer temprano”. Por eso, los expertos insisten en programas de educación y apoyo adaptados a los adolescentes, que promuevan la autogestión y el bienestar a largo plazo.
Un llamado a la acción
La prediabetes juvenil no solo afecta a los adolescentes, sino que también plantea un desafío para el sistema de salud. En 2023, los nuevos casos de diabetes tipo 2 en adultos alcanzaron los 1.5 millones, un aumento tras años de descenso. Aunque no todos los casos de prediabetes juvenil progresan, la tendencia al alza exige medidas urgentes. Los programas de detección temprana, como los recomendados por la United States Preventive Services Taskforce, pueden identificar a los jóvenes en riesgo antes de que desarrollen complicaciones graves. Además, las familias desempeñan un papel crucial al fomentar hábitos saludables desde la infancia.
El mensaje es claro: la prediabetes es reversible con esfuerzo y compromiso. Desde caminatas diarias hasta comidas balanceadas, pequeños cambios pueden marcar una gran diferencia. Mientras los expertos trabajan para entender mejor quiénes están en mayor riesgo, el foco está en empoderar a los adolescentes y sus familias para tomar el control de su salud ahora, antes de que sea demasiado tarde.