El programa nuclear iraní ha sido un tema candente en la geopolítica mundial, manteniendo en vilo a líderes y diplomáticos durante décadas. Desde que en 2003 la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) destapó un programa secreto en Irán que incluía plantas nucleares avanzadas, las alarmas internacionales no han dejado de sonar.
Este descubrimiento, que violaba las obligaciones de Irán como firmante del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), desató sanciones, negociaciones y, recientemente, acciones militares. La semana pasada, Estados Unidos e Israel bombardearon instalaciones nucleares iraníes como Fordow, Natanz e Isfahan, buscando frenar un programa que muchos temen pueda derivar en armas nucleares. Pero, en un giro histórico, el origen de este controvertido programa nuclear iraní se remonta a una iniciativa estadounidense de los años 50: Átomos para la Paz.

En 1953, el presidente Dwight D. Eisenhower pronunció un discurso ante la Asamblea General de la ONU que marcó un antes y un después. Con la Guerra Fría en su apogeo y el temor a una carrera armamentística nuclear, Eisenhower propuso canalizar la energía atómica hacia fines pacíficos.
Te Recomendamos
Su visión, conocida como Átomos para la Paz, buscaba compartir tecnología nuclear con países en desarrollo para usos en medicina, agricultura y generación de energía, bajo la supervisión de una nueva agencia internacional. Este discurso llevó a la creación de la OIEA en 1957 y abrió la puerta para que naciones como Irán accedieran a tecnología nuclear. Pero, ¿cómo una iniciativa pacífica terminó alimentando uno de los mayores desafíos de seguridad global?
Átomos para la Paz y el programa nuclear iraní
En 1957, Estados Unidos firmó un acuerdo de cooperación nuclear con Irán, entonces bajo el gobierno del sha Mohamed Reza Pahlevi. Este acuerdo, parte del programa Átomos para la Paz, permitió a Irán recibir un reactor de investigación de 5 megavatios y pequeñas cantidades de uranio altamente enriquecido. La idea era que Irán, un aliado clave en la Guerra Fría, desarrollara capacidades nucleares civiles para fortalecer su lealtad a Occidente y contrarrestar la influencia soviética. Sin embargo, la falta de expertos locales mantuvo el reactor inactivo durante años, ya que Irán carecía de personal capacitado en física e ingeniería nuclear.

El sha tenía ambiciones más grandes. En 1974, creó la Organización de Energía Atómica de Irán y anunció planes para construir 23 plantas nucleares en dos décadas, con una capacidad de 23,000 megavatios. Aunque públicamente se hablaba de fines pacíficos, documentos históricos sugieren que el sha no descartaba un programa militar si las circunstancias geopolíticas cambiaban. Según Akbar Etemad, exdirector de la organización nuclear iraní, el sha veía las armas nucleares como una posibilidad futura si la región se volvía más inestable.
Tras la Revolución Islámica de 1979, el nuevo régimen liderado por el ayatolá Ruholla Jomeini inicialmente rechazó los proyectos nucleares del sha, considerándolos un despilfarro frente a las vastas reservas de petróleo del país. Sin embargo, durante la guerra Irán-Irak en los años 80, Teherán reconsideró su postura. El programa nuclear iraní se reactivó en secreto, aprovechando el conocimiento y la infraestructura inicial proporcionada por Estados Unidos. Este giro marcó el comienzo de un esfuerzo clandestino que culminó en las revelaciones de 2003 por parte de la OIEA.
Impacto global
El programa nuclear iraní ha sido un rompecabezas diplomático. Durante el gobierno de George W. Bush, Irán fue señalado como parte del “eje del mal”, lo que llevó a sanciones internacionales. Barack Obama logró un hito con el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA) en 2015, un acuerdo con Reino Unido, Francia, Rusia, China y Alemania que limitaba el enriquecimiento de uranio iraní a cambio de alivio de sanciones. Pero en 2018, Donald Trump retiró a EE.UU. del acuerdo, imponiendo nuevas sanciones. En respuesta, Irán aceleró su enriquecimiento hasta el 60%, acercándose al umbral del 90% necesario para una bomba nuclear.

La reciente acción militar de Joe Biden y ahora de Trump en su segundo mandato, junto a Israel, refleja el temor a que el programa nuclear iraní alcance un punto sin retorno. Los bombardeos a instalaciones clave buscan paralizar la capacidad nuclear de Irán, aunque aún no hay datos independientes sobre el daño causado. La OIEA ha reportado que Irán ha acumulado suficiente uranio enriquecido para varias armas nucleares, aunque no hay evidencia concluyente de un programa armamentístico activo.
Lecciones de Átomos para la paz
El programa Átomos para la Paz tuvo un impacto mixto. Por un lado, permitió avances en medicina y agricultura en muchos países. Por otro, la transferencia de tecnología nuclear a naciones como Irán, India y Pakistán sembró las semillas para programas que más tarde generaron preocupación.

La OIEA, creada para supervisar el uso pacífico de la energía nuclear, ha implementado salvaguardas que han frenado desviaciones en países como Argentina y Brasil. Sin embargo, en el caso de Irán, las ambiciones del sha y los desarrollos posteriores muestran cómo la tecnología civil puede abrir puertas a fines militares si no hay controles estrictos.
Hoy, el programa nuclear iraní sigue siendo un enigma. Mientras los escombros de los recientes ataques son evaluados, el mundo observa con cautela. Lo que comenzó como una visión de paz de Eisenhower ha evolucionado en un desafío complejo, recordándonos que la línea entre el átomo pacífico y el bélico es más delgada de lo que parece.